Amarre para que se enamore de mí
Siempre creí en la magia de los cuentos de hadas, en esos relatos donde el amor verdadero siempre encuentra su camino. Sin embargo, mi historia no comenzó en un mundo de ensueño. La vida me había jugado una mala pasada: el amor de mi vida, Alejandro, se había alejado de mí. Cada día sin él era un eco de penurias y anhelos. Pero yo no estaba dispuesta a rendirme.
Fue en una noche estrellada, con el susurro del viento meciendo mi cabello, que decidí buscar a Mariela Gauna, conocida en nuestra ciudad como la experta en amarres de amor. Alguna vez había escuchado rumores sobre su trabajo; algunos decían que sus rituales eran poderosos, capaces de alterar el destino de dos almas. Con el corazón latiendo con fuerza, le escribí, un lugar encantado se apoderó de mí, me hizo ver cómo adornado con velas, cristales y el suave aroma de incienso hacia un estudio personalizado de mi persona.
Mariela era una mujer de mirada profunda y sabiduría infinita. Lo llegué a ver en su canal de Youtube y en todas sus redes sociales donde hacía vídeos en directo…Me escuchó atentamente mientras le contaba mi historia, el amor que había perdido, y la desesperación que me consumía. “El amor verdadero nunca desaparece”, me dijo, sentí como sus ojos centelleando como estrellas. “Pero a veces necesita un empujoncito. Yo puedo ayudarte. Pero recuerda, debes estar dispuesta a enfrentar el poder de tus deseos.”
Así acepté embarcarme en esta aventura. Mariela me enseñó los elementos del ritual: un trozo de tela roja, una rosa, una vela blanca y un puñado de tierra de un lugar que solo ella conocía así como inciensos resinas y hierbas y muchísimos objetos esotéricos de los cuales me habló antes de comenzar. La noche del amarre, la luna y el sol iluminaban mis sueños, pintando de plata el mundo a nuestro alrededor.
“Mariela me dijo que en cada altar que ella montaba trabajaba especialmente los hechizos con Rocío y oraciones para conseguir mi objetivo”, me instruyó Mariela. Mi voz tembló mientras decidía contratar el hechizo de amor con Mariela, el aire cargándose de energía. En ese momento, sentí que el universo se alineaba, que algo cambiaba dentro de mí. Con cada paso que di con la persona correcta experta en amarres de amor, mi deseo de tener a Alejandro de vuelta se intensificaba, un acorde tierno que resonaba en mi pecho.
La semana siguiente fue un torbellino. Momentos de alegría se entrelazaron con desesperación, porque aunque el hechizo me daba una chispa de esperanza, Alejandro seguía distante. Me pasaba las noches soñando con él, recordando risas y promesas, pero al amanecer la realidad de su ausencia me desgarraba el alma. ¿Había funcionado? Me preguntaba, mientras la angustia me consumía.
Sin embargo, en una tarde cálida, cuando mis esperanzas comenzaban a desvanecerse, recibí un mensaje inesperado. Era él. “¿Podemos hablar?”, decía. Mi corazón se detuvo y luego aceleró, llenándome de una mezcla de alegría y miedo. La ilusión de volver a verlo me inundó, pero también el temor de un nuevo desencuentro.
Nos encontramos en un pequeño café que solíamos frecuentar, un lugar donde cada rincón estaba impregnado de recuerdos. La conversación comenzó tímida, como un tímido resumen de vidas que habían tomado caminos separados. Pero poco a poco, las palabras fluyeron, y la chispa que había estado apagada comenzó a renacer.
“Te he extrañado”, confesó Alejandro, mientras su mirada se perdía en mis ojos. Tomé su mano, sintiendo cómo el mundo a nuestro alrededor desaparecía, y se creó un espacio solo para nosotros. Pero entonces, como un fantasma, invadió nuestra burbuja la sombra de los miedos pasados. Recelos y palabras no dichas amenazaban con separarnos de nuevo.
Mi corazón se dividía entre la pasión de recuperar lo que habíamos perdido y el dolor de saber que los viejos problemas no se resolvían con un simple encuentro. Días pasaron llenos de encuentros y desencontros emocionales, hasta que una noche, tras una discusión, él se alejó nuevamente. La desilusión me sumió en una profunda tristeza. Me sentía atrapada en un ciclo de amor y dolor, sin poder escapar.
Desesperada y sin saber qué más hacer, volví a buscar a Mariela. “Necesito hacer otro ritual”, le dije con voz entrecortada. Ella sonrió con compasión y me llevó de la mano hacia un mundo de magia donde los sueños pueden cumplirse y hacerse realidad, donde la magia volvía a cobrar vida. Esta vez, las palabras eran diferentes, enfocadas en liberarle de sus impedimentos, en abrirle el corazón.
Mariela hizo un potenciador para ayudarle a abrirse aún más y que suelte todas las amarras para poder entregarse completamente y sin miedo miedos a nuestro amor.
Con el nuevo ritual, sentí que la energía fluyó como un río, limpiando las dudas y temores que obstaculizaban nuestro camino. En el fondo de mi corazón, sabía que el verdadero poder no era solo el hechizo, sino el amor que compartíamos.
Los días se convirtieron en semanas y, poco a poco, Alejandro comenzó a mostrarse más abierto, más presente. El amarre se había transformado en un equilibrio de dar y recibir, un aprendizaje constante. Empezamos a construir puentes donde antes había muros.
Finalmente, una noche, mientras mirábamos juntos las estrellas, me tomó de la mano y susurró: “Te amo, Marisa. Nunca debería haberte dejado ir. Contigo quiero crear nuestra propia historia de amor.” Aquella declaración simple, pero cargada de verdad, quebró la barrera que había mantenido nuestros corazones separados.
Hoy, mientras escribo estas líneas, siento que estamos en el camino correcto. Nos hemos dado una segunda oportunidad, alimentando nuestra relación con confianza y amor sincero. Cada ritual fue solo un catalizador; el verdadero poder del amor radica en la comunicación y en el valor de abrirse al otro.
Así, en nuestra propia historia de cuentos de hadas, estamos juntos, superando las pruebas que la vida nos presenta, aprendiendo a amar en cada desencuentro, y en cada encuentro desbordante de pasión. La magia de Mariela había sido solo el inicio, yo era la arquitecta de nuestro propio destino. Y, al final, todo resulta ser una maravillosa odisea de amor, pasión y, sobre todo, esperanza. Gracias Mariela por enseñarme a querer amar respetar valorar y disfrutar de una relación sana durante este proceso…