Historias de amor mágicas
Había una vez, en una pequeña ciudad, una joven llamada Alba que llevaba años enamorada en silencio de Mario, un chico que iluminaba cualquier lugar con su sonrisa. Alba siempre había soñado con que Mario la mirara como ella lo miraba a él, con esos ojos llenos de amor y ternura. Todos sus amigos sabían de su amor incondicional y de cómo decía una y otra vez: “Quiero un amarre de amor para que se enamore de mí”. Pero a pesar de su afecto, Mario nunca parecía notarla.
Desesperada por esos sentimientos que no dejaban de crecer.
Alba se enteró de Mariela Gauna, una experta en esoterismo y rituales de amor, conocida por su respeto hacia el libre albedrío y por no imponer jamás nada que fuera en contra de la voluntad de nadie. Con un corazón lleno de esperanza y dudas, Alba decidió contactarla. Quería intentarlo, necesitaba saber si ese amor podía ser correspondido.
Tras hablar con Mariela, quien le explicó que el amor verdadero nunca se forzaba y que su trabajo solo podía reforzar lo que ya existía, Alba sintió una paz inexplicable. La confianza que Mariela transmitía la hizo sentir segura de dar ese paso. “Quiero un amarre de amor para que se enamore de mí”, repitió Alba con el corazón en las manos, imaginando su vida al lado de Mario.
Pasaron los días y Alba comenzó a notar pequeños cambios.
Mario, que antes solo la veía como una amiga, comenzó a buscar más su compañía. Alba no podía creerlo, cada gesto de él era una chispa de esperanza que iluminaba su corazón. Sus conversaciones se alargaban, las miradas se volvían más intensas, y ella sentía que poco a poco el amor que llevaba guardado en su alma comenzaba a ser compartido.
Después de varias semanas de gestos y sonrisas, Mario tomó valor y la invitó a salir. En esa primera cita, cuando ella esperaba con los nervios a flor de piel, él le confesó que hacía tiempo que sentía algo especial. Alba, que había sufrido tanto en el pasado por no ser correspondida, sintió en ese momento que sus sueños se habían hecho realidad.
Esa noche, al despedirse con un abrazo bajo el cielo estrellado, Mario le susurró que había estado esperando mucho tiempo para decirle lo que sentía. Alba, entre lágrimas de felicidad, sabía que todo había valido la pena. En silencio, agradeció a Mariela, quien le había ayudado a descubrir que el amor verdadero siempre puede florecer cuando es guiado con respeto y sabiduría. Y desde entonces, Alba y Mario compartieron una vida juntos, llenos de amor y gratitud por aquel momento mágico en el que ella había pedido: “Quiero un amarre de amor para que se enamore de mí”.