Amarre para que se enamore de mí parte 2

Amarre para que se enamore de mí parte 2

Desde que tengo memoria, siempre he creído en el amor verdadero. Aquella idea de un príncipe que cruzaría mares y lucharía bestias por mí me ha alimentado las fantasías desde mi niñez. Pero la realidad no fue tan glamorosa. La vida me llevó por caminos tortuosos, y a mis veintiocho años, me encontraba perdida en un mar de desilusiones amorosas. Todo cambió una tarde de otoño, cuando conocí a Javier.

Javier era diferente a los demás. Con su risa contagiosa y mirada profunda, sentía que estaba conectada a él de una forma indescriptible. La primera vez que nos encontramos, un aire mágico parecía envolvernos. Estábamos en una pequeña cafetería del centro, y cuando nuestras miradas chocaron, supe que había encontrado a alguien especial. Los días se convirtieron en semanas llenas de risas y sueños compartidos, pero de repente, un desencuentro brusco quebró nuestra historia incipiente.

Todo sucedió con la rapidez de un relámpago. Una discusión, un malentendido. Javier se fue sin mirar atrás, llevándose consigo todas las promesas de un futuro que había comenzado a contemplar. Mi corazón quedó arrugado y marchito, como una hoja seca en el suelo. Miedo, dolor, anhelo; todas esas emociones se amalgamaron en un solo sentimiento: la necesidad de recuperarlo.

Desesperada, busqué la ayuda de Mariela Gauna, una experta en amarres de amor conocida en mi ciudad como «la hechicera del corazón». Era una mujer de mediana edad, con ojos que brillaban como estrellas y una sabiduría que parecía provenir de otra época. En su pequeño consultorio, adornado con velas y cristales, me escuchó atentamente mientras le contaba mi historia.

“Para recuperar su amor, debemos realizar un ritual poderoso”, dijo con voz suave pero firme. “Esto no es magia negra ni manipulación. Se trata de invocar la energía del amor verdadero, de atraer a tu alma gemela de vuelta hacia ti.” Su propuesta sonaba como un cuento de hadas, pero en ese momento, estaba dispuesta a creer en cualquier cosa que me ayudara a reconectar con Javier.

El ritual se llevó a cabo en una noche de luna llena. Me pidió que trajera una prenda de Javier, una foto de ambos y un frasco con agua de rosas. Mientras ella trazaba símbolos en una hoja de papel, las velas parpadeaban creando sombras danzantes en las paredes. Lo que sucedió a continuación fue más allá de mi imaginación.

Mariela murmuró palabras ancestrales en un idioma que no comprendía, mientras encendía un trozo de hierba sagrada. La habitación se llenó de un aroma embriagador que despertó mis sentidos. Sentí una mezcla de miedo y esperanza. Al final, ella tomó mis manos entre las suyas y dijo: “Lo que hagamos esta noche no solo lo atraerá de vuelta, sino que lo hará enamorarse de ti como nunca antes.”

Los días posteriores fueron una mezcla de ansiedad y expectativa. No sabía si el ritual había funcionado, pero cada amanecer traía consigo una rescisión de mi corazón. Sin embargo, a pesar de mis temores, algo comenzó a suceder. Javier empezó a aparecer en mis pensamientos con más frecuencia, como si una fuerza mística estuviera entrelazando nuestras almas.

Una semana después del ritual, mientras caminaba por el parque donde solíamos reír, lo vi. Estaba sentado en un banco, con la mirada perdida en el horizonte. Mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba. “¿Mariela?”, susurró asombrado al verme.

“Javier”, respondí, sintiendo cómo mi pecho se llenaba de emoción. La conversación fluyó como si nunca hubiéramos estado separados. Hablamos, reímos y revivimos nuestros mejores momentos. Pero antes de que pudiera saborear la felicidad, el pasado volvió a acechar. A la sombra de una tormenta interna que había mantenido oculta, surgieron viejas heridas que temía tocar.

En aquel instante de vulnerabilidad, las dudas empezaron a girar en mi mente. ¿Había sido solo el amarre un mero juego? ¿Podría nuestro amor volver a renacer sobre bases sólidas? Después de resquebrajarme en lágrimas y compartir mis miedos con él, descubrí que Javier también había experimentado una profunda soledad durante nuestra separación. Deseaba estar conmigo, pero el temor al fracaso lo había mantenido a distancia.

Las semanas siguientes fueron una montaña rusa de emociones intensas. Nos reencontramos muchas veces, compartimos pasiones y aventuras que avivaban la llama entre nosotros. Un picnic improvisado en la playa, una escapada a la montaña, y cada momento nos acercaba más. Era un amor lleno de segundas oportunidades, y cada caricia, cada mirada, era un recordatorio de que estábamos destinados a estar juntos.

Sin embargo, los ecos del pasado aún resonaban. Estábamos emocionados, pero el pánico de perderlo nuevamente me acechaba día y noche. El día en que decidimos enfrentar nuestros sentimientos en una cena romántica, supe que debía ser sincera y liberarnos de los fantasmas. Justo cuando todo parecía perfecto, la intensidad de aquel encuentro se tornó en una tormenta que amenazaba con desmoronar lo que habíamos construido.

“¿Y si no funcionamos esta vez?” le pregunté con voz quebrada. Javier tomó mi mano, mirándome con la profundidad de su ser, “Porque estamos dispuestos a luchar por ello. Hemos pasado por tanto y aún estamos aquí.”

Fue en ese instante que comprendí que el amor verdadero no solo se invoca con rituales, sino con acciones y compromisos profundos. El ritual de Mariela había despertado la chispa, pero el amor renacía en nuestros corazones por nuestra propia elección. Aprendimos a sanar viejas heridas y a construir nuevas memorias, y cada día era una oportunidad para amarnos más profundamente.

Los sueños de un final feliz, como en los cuentos de hadas, empezaban a materializarse: un picnic en el parque seguido de una promesa de amor eterno. El amor está en el aire, repleto de pasión y entrega, y en cada rayo de luz que se filtraba entre los árboles, supe que habíamos encontrado el camino.

Días después, en un lugar mágico y especial, Javier se arrodilló y me pidió que fuera su compañera para siempre. Su mirada reflejaba todo el amor que habíamos construido, y entre lágrimas de felicidad, le dije que sí.

Así, mi aventura con Javier se convirtió en una historia de amor que desafiaba el tiempo. En la unión de nuestras almas, descubrimos que el verdadero poder del amor no solo reside en rituales, sino en la valentía de amarnos con intensidad y pasión, enfrentando juntos todo lo que la vida nos depare.

Basado en una historia real cambiando nombres y algunos aspectos de dicha experiencia para que no sea reconocida dicha persona y mantener su privacidad
Mariela Gauna solo atiende online.

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